Los verbos pronominales son verbos que van unidos a un pronombre reflexivo de igual persona que el sujeto del verbo: marcharse, arrepentirse, avergonzarse, alegrarse, asombrarse, casarse. A este grupo pertenecen los verbos exclusivamente pronominales, los reflexivos y los recíprocos, que son los que implican a varios sujetos que realizan la misma acción y la reciben mutuamente.

Los verbos exclusivamente pronominales se conjugan obligatoriamente con un pronombre: arrepentirse, quejarse, jactarse, dignarse, etc. (no se puede decir yo arrepiento, él queja). Ese pronombre no es reflexivo. No son reflexivos porque no es una acción que vuelva sobre sí misma, sino que se produce en el interior del sujeto. En estos verbos pronominales, el pronombre es un morfema constitutivo del verbo, no un complemento como en los verbos reflexivos. Otras clases de verbos pronominales son:

Los verbos recíprocos son verbos transitivos que tienen por sujeto a dos o más personas, animales o cosas que ejercen una acción sobre los otros, al mismo tiempo que la reciben de ellos. Por ese motivo, los verbos recíprocos sólo se conjugan en las tres personas del plural; jamás en singular: Los amigos se saludan. Nos tuteamos todos. Estos verbos se construyen como los reflexivos, y para no confundirlos con estos, a veces es necesario añadir ciertas locuciones para reforzar el matiz de reciprocidad: los unos a los otros, mutuamente, recíprocamente, los dos. Para reconocer este tipo de se recíproco, basta con añadir al final de la oración expresiones como: el uno al otro, el uno del otro, el uno con el otro; o bien, mutuamente, recíprocamente, entre sí.

Los verbos reflexivos son verbos transitivos cuya acción se refleja o recae sobre el mismo sujeto que la realiza: Yo me lavo. Ella se peina. El sujeto y el objeto son la misma cosa. Para reconocer si el se es reflexivo, basta con añadir al final de la oración "a sí mismo(s)", y si el significado de la oración no varía en absoluto, no queda duda de que el se es reflexivo.